(si quieres una fuente menos artística, pasa al final)
Capitulo 2º Donde se cuenta los preparativos y la partida de aguas sevillanas
Nuestro capitán general D. Francisco Morales había resuelto emprender un largo viaje por el Guadalquivir, donde las corrientes y vientos acechan malignas.
El fin era transportar la embarcación adquirida a nuestra localidad de Sanlúcar de Barrameda desde donde se hallaba depositado: las instalaciones del Club del El Real Círculo de Labradores de Sevilla.
En
siendo el año de nuestro señor Jesuscrhisto de milnueveycientos y
ochenta y en el día de la Eucaristía de 3 de marzo hallábame yo, el que
suscribe, en una dulce mañana en brazos de Morfeo en cuando Madre
requirió mi despertar por imperativo del citado.
En
yo sabiendo de la empresa que andaba trajinando y de las muchas
vicisitudes que por la deducción de mi joven mente habían de acaecer. Llenose mi alma de gozo por la partición en tales aventuras que esperaba iban a suceder.
Dábase
el caso que éste no encontró tripulación suficiente para tal logro, con
lo cual recurrió a mis servicios como extrema medida.
Encontrábame yo
en esos momentos en plena bisoñez en la práctica del manejo del remo o
pala (como es más correcto, al no disponer ésta de apoyo en la
embarcación) y habiéndose cumplido el año y tres días invertidos en tales
esfuerzos y ejercicios.
Siendo
informada mi Santa Madre en las faenas que me iba a ver involucrado, y
en no aportándoles muchos detalles de las tales, y con el aditamento de
la sobriedad en los pormenores más supuestamente escabrosos, no costó
mucha labor obtener el visto bueno de ésta.
He de decir que mi Padre al
que estimaba y respetaba por encima de todas las cosas no se hallaba
presente por estar realizado las suyas labores. De no haberse dado esta circunstancia muy
posiblemente hubiere tornado la aventura que iba a acaecer en ociosidad
obligada acompañada del sucesivo hastío y descontento por mi parte.
Mirando
ella por mi sustento prestose a prepararme unas viandas con las que
hacer más llevadero el camino.
Percatandose Paco de que el tiempo
apremiaba, dado que no deberían faltar no más de dos o tres horas para el mediodía y que aún debíamos
trasladar nuestras personas a Sevilla. Propuso con presteza que tal no
había menester pues la logística de la expedición, habiendo previsto
tales carestías , la había contrarrestado con una profusa provisión de los
más energéticos manjares.
Presto
me invitó a que me proveyera a la mayor celeridad de la indumentaria de
rigor propia de un día de piraguas cualesquiera: camiseta y bañador.
Tal era la velocidad que atribuíamos a un K4 que esperábamos el arribo a
las playas de Sanlúcar tal vez un poco más tarde de la
hora de almorzar. Esto, intuyo a día de hoy , que fue una estratagema del
astuto Paco para inculcar prisas en mi proceder.
El
Renault V esperaba en la puerta con Maese D. Morales - al que añadíamos el apelativo de El Corto, puesto que, como puedes, lector, deducir , había otro cuyas dimensiones hacía que fuera bien proceder aplicar la de "El Largo"- al control y conducción del Vehículo.
Una vez más, Paco se lo
había trajinado, a saber cómo, para hacerlo participe de otra de sus
creaciones mentales y aquél habiéndose visto comprometido actuaba, en
parte, de catalizador para tomar la iniciativa del proceso y que esta no
terminara por consumirse desastradamente.
El resto de la tripulación,
Tomás y Fali, contribuyendo a la tal nombrada presteza producto del
aburrimiento y la impaciencia ya me hacían sitio para ubicarme y
partir.
La
contemplación del paisaje -básicamente una extensa e interminable
llanura de marisma-, el transcurrir de las leguas del trayecto en la comodidad del coche, o
tal vez el sol de la mañana; hizo que se fuera imponiendo cierto nivel
de raciocinio que, tras breves deliberaciones, llevaron a nuestros
líderes a tomar la opción de ir directo al Prado de San Sebastián. Y convencer al
chofer, al de la taquilla o al primer ministro de los Amarillos para
que nos trajera el K4 en el techo del autobús.
Ni que decir tiene que una vez propuesta la opción
no se tardó ni dos con dos en ser desechada por la muy falta
de colaboración a los propuestos. Siendo el retorno con el rabo
entre las piernas soportando la mofa de los allí presentes, más aún
cuando estos procuraban mostrar rictus serios.
Una
vez en el Real Círculo de Labradores -que se encontraba vacío de
personal al estar de descanso por la celebración del consabido Campeonato de
España de larga distancia en el fin de semana anterior (donde obtuvieron la segunda posición tras los Gorilas de Candás)- admiramos nuestro flamante K4
 |
| El K4 posiblemente el año 82. Está en la explanada hoy ocupada por el pabellón. Se aprecia la puerta corredera de entrada donde está Juanmi (la ropa colgada es suya). |
Los colores de nuestra patria Andaluza
resaltaban estilizadamente en un artilugio que no podía haber sido
diseñado para otra cosa que para la más absoluta velocidad . Allí
reposaba en el cesped como un tigre al acecho listo para una envestida
imposible de refrenar.
Tal
espíritu se nos contagió en tal alta estima que ya no esperábamos
terminar el recorrido antes de la hora de almorzar; sino que lo
ejecutaríamos ya mucho antes de los aperitivos, e incluso nos sobraría
tiempo.
Maese
Morales inmortalizó esos momento en dos instantáneas - que por cierto
algún hideputa extrajo del álbum de fotos del club con la intención
ciertamente sibilina de hacer caer en las profundidades de la memoria
tal evento y que yo con la fuerza de la palabra me dispongo a lanzarla a
la eternidad- En una de ellas se aprecian los preparativos y en la otra
la tripulación acoplada, pegada aún al pantalán y a punto de la
partida. en Una tercera se muestran los detalles de algunos de los últimos momentos de la aventura que relataré cuando proceda.
En resumen: :
Paco
como marca y lider, pantalón rojo de chandal y camiseta blanca. a A continuación Tomás, casualmente con la misma indumentaria, como hombre
fuerte del grupo y un peinado muy a la moda. En tercera posición, yo,
bañador que tuvo unos días en que fue ceñido y camiseta algo así como de color anaranjado....... digamos que era el paquete del grupo. En
cuarta posición y sorprendentemente con indumentaria diferente a Tomás
(eran como " Los Pecos"), con la clara misión de que me anduviera
atento a no desvirtuar la dinámica del equipo, listo para transmitirme sus sabios consejos si
fuera necesario: El gran Fali del Pozo Amarguillo, canoista.
Una Vez la tripulación estuvo a bordo, se anunció la partida.
No
hubo descarga de artillería, ni ensordecedores griteríos animando a la ejecución de tan arriesgado devenir. Cuatro valiente enfrentados con lo ignoto. ¡¡Cuatro héroes!!.. . Solo necesitábamos nuestro arrojo y el empuje de Maese Morales
que nos dirigió unas últimas palabras de aliento y nos instó , dentro
de un breve lapso de tiempo, a un feliz reencuentro en la boca del océano a unas diecisiete a veinte leguas.
Desde la seguridad del muelle agitaba
animosamente la mano en señal de despedida, tal como sus hijos pródigos
que éramos.
Bueno esto último no me queda más que imaginar que fue así, pues ya tenia toda la vista y entendederas puestas en el lio de
paletas que se me presentaba frente a mi.
-Sigue
a Tomás, capullo- era Fali que me aportaba explicitas instrucciones
acompañadas de un astillazo de pala por el costado para
reforzarla y cerciorarse que la recibía (la instrucción). Obviamente tal
acción se aplicaba totalmente carente de malicia o ensañamiento y solo
con ánimo de lograr una mayor efectividad en mi proceder.
He
de señalar en nuestro favor que ninguno de los allí presentes había
tripulado en tiempos pretéritos tal embarcación de once metros de eslora y
que en breve tiempo y fructuosas apreciaciones, aportadas por unos y otros, le cogimos el tranquillo
y pasamos de surcar aguas a volar.
Ya
veía desde mi posición cuan suave y veloz se deslizaba. En pleno
disfrute, ya me veía como marca y líder del K4 - como
Herminio Menéndez, pensaba- conduciendo a una victoria celestial a mi
tripulación y como el paisaje pasaba y se difuminaba por efecto
doppleriano.
La
primera inundación la padecimos a la altura de el Náutico de Sevilla. La
llegada al Puente de Hierro, el cual divisábamos pero no alcanzábamos
nos llenó de desesperanza y debilidad. "Igual un K4 tampoco corre
tanto", fue el sentir general que sufríamos cual hemorroides, en
silencio y cada uno para sus adentros. Nos animábamos pensando que diez minutos no es nada y que sería la falta de calentamiento y el agarrotamiento del viaje en coche.
Pasado
este hito ya cogimos un ritmo cansino, digamos que de fondo.
Atravesamos el Puerto de Sevilla y buscamos algún lugar por donde
sortear las esclusas. Casi no nos llenamos de fango y ya estábamos en
pleno rio, pulmón y sustento y también cloaca de nuestra patria
Andaluza. En la próxima entrega continuaré con lo acaecido.
2º PARTE Donde se cuenta los preparativos y la partida de aguas sevillanas
Nuestro
capitán general D. Francisco Morales había resuelto emprender un largo
viaje por el Guadalquivir, donde las corrientes y vientos acechan
malignas.
El
fin era transportar la embarcación adquirida a nuestra localidad de
Sanlúcar de Barrameda desde donde se hallaba depositado: las
instalaciones del Club del El Real Círculo de Labradores de Sevilla.
En
siendo el año de nuestro señor Jesuscrhisto de milnueveycientos y
ochenta y en el día de la Eucaristía de 3 de marzo hallábame yo, el que
suscribe, en una dulce mañana en brazos de Morfeo en cuando Madre
requirió mi despertar por imperativo del citado.
En
yo sabiendo de la empresa que andaba trajinando y de las muchas
vicisitudes que por la deducción de mi joven mente habían de acaecer.
Llenose mi alma de gozo por la partición en tales aventuras que esperaba
iban a suceder.
Dábase
el caso que éste no encontró tripulación suficiente para tal logro, con
lo cual recurrió a mis servicios como extrema medida.
Encontrábame yo
en esos momentos en plena bisoñez en la práctica del manejo del remo o
pala (como es más correcto, al no disponer ésta de apoyo en la
embarcación) y habiéndose cumplido el año y tres días invertidos en tales
esfuerzos y ejercicios.
Siendo
informada mi Santa Madre en las faenas que me iba a ver involucrado, y
en no aportándoles muchos detalles de las tales, y con el aditamento de
la sobriedad en los pormenores más supuestamente escabrosos, no costó
mucha labor obtener el visto bueno de ésta.
He de decir que mi Padre al
que estimaba y respetaba por encima de todas las cosas no se hallaba
presente por estar realizado las suyas labores. De no haberse dado esta circunstancia muy
posiblemente hubiere tornado la aventura que iba a acaecer en ociosidad
obligada acompañada del sucesivo hastío y descontento por mi parte.
Mirando
ella por mi sustento prestose a prepararme unas viandas con las que
hacer más llevadero el camino.
Percatandose Paco de que el tiempo
apremiaba, dado que no deberían faltar no más de dos o tres horas para el mediodía y que aún debíamos
trasladar nuestras personas a Sevilla. Propuso con presteza que tal no
había menester pues la logística de la expedición, habiendo previsto
tales carestías , la había contrarrestado con una profusa provisión de los
más energéticos manjares.
Presto
me invitó a que me proveyera a la mayor celeridad de la indumentaria de
rigor propia de un día de piraguas cualesquiera: camiseta y bañador.
Tal era la velocidad que atribuíamos a un K4 que esperábamos el arribo a
las playas de Sanlúcar tal vez un poco más tarde de la
hora de almorzar. Esto, intuyo a día de hoy , que fue una estratagema del
astuto Paco para inculcar prisas en mi proceder.
El
Renault V esperaba en la puerta con Maese D. Morales - al que añadíamos
el apelativo de El Corto, puesto que, como puedes, lector, deducir ,
había otro cuyas dimensiones hacía que fuera bien proceder aplicar la de
"El Largo"- al control y conducción del Vehículo.
Una vez más, Paco se lo
había trajinado, a saber cómo, para hacerlo participe de otra de sus
creaciones mentales y aquél habiéndose visto comprometido actuaba, en
parte, de catalizador para tomar la iniciativa del proceso y que esta no
terminara por consumirse desastradamente.
El resto de la tripulación,
Tomás y Fali, contribuyendo a la tal nombrada presteza producto del
aburrimiento y la impaciencia ya me hacían sitio para ubicarme y
partir.
La
contemplación del paisaje -básicamente una extensa e interminable
llanura de marisma-, el transcurrir de las leguas del trayecto en la comodidad del coche, o
tal vez el sol de la mañana; hizo que se fuera imponiendo cierto nivel
de raciocinio que, tras breves deliberaciones, llevaron a nuestros
líderes a tomar la opción de ir directo al Prado de San Sebastián. Y convencer al
chofer, al de la taquilla o al primer ministro de los Amarillos para
que nos trajera el K4 en el techo del autobús.
Ni que decir tiene que una vez propuesta la opción
no se tardó ni dos con dos en ser desechada por la muy falta
de colaboración a los propuestos. Siendo el retorno con el rabo
entre las piernas soportando la mofa de los allí presentes, más aún
cuando estos procuraban mostrar rictus serios.
Una
vez en el Real Círculo de Labradores -que se encontraba vacío de
personal al estar de descanso por la celebración del consabido
Campeonato de
España de larga distancia en el fin de semana anterior (donde obtuvieron
la segunda posición tras los Gorilas de Candás)- admiramos nuestro
flamante K4
 |
| El
K4 posiblemente el año 82. Está en la explanada hoy ocupada por el
pabellón. Se aprecia la puerta corredera de entrada donde está Juanmi
(la ropa colgada es suya). |
Los colores de nuestra patria Andaluza
resaltaban estilizadamente en un artilugio que no podía haber sido
diseñado para otra cosa que para la más absoluta velocidad . Allí
reposaba en el cesped como un tigre al acecho listo para una envestida
imposible de refrenar.
Tal
espíritu se nos contagió en tal alta estima que ya no esperábamos
terminar el recorrido antes de la hora de almorzar; sino que lo
ejecutaríamos ya mucho antes de los aperitivos, e incluso nos sobraría
tiempo.
Maese
Morales inmortalizó esos momento en dos instantáneas - que por cierto
algún hideputa extrajo del álbum de fotos del club con la intención
ciertamente sibilina de hacer caer en las profundidades de la memoria
tal evento y que yo con la fuerza de la palabra me dispongo a lanzarla a
la eternidad- En una de ellas se aprecian los preparativos y en la otra
la tripulación acoplada, pegada aún al pantalán y a punto de la
partida. en Una tercera se muestran los detalles de algunos de los
últimos momentos de la aventura que relataré cuando proceda.
En resumen: :
Paco
como marca y lider, pantalón rojo de chandal y camiseta blanca. a A
continuación Tomás, casualmente con la misma indumentaria, como hombre
fuerte del grupo y un peinado muy a la moda. En tercera posición, yo,
bañador que tuvo unos días en que fue ceñido y camiseta algo así como
de color anaranjado....... digamos que era el paquete del grupo. En
cuarta posición y sorprendentemente con indumentaria diferente a Tomás
(eran como " Los Pecos"), con la clara misión de que me anduviera
atento a no desvirtuar la dinámica del equipo, listo para transmitirme
sus sabios consejos si
fuera necesario: El gran Fali del Pozo Amarguillo, canoista.
Una Vez la tripulación estuvo a bordo, se anunció la partida.
No
hubo descarga de artillería, ni ensordecedores griteríos animando a la
ejecución de tan arriesgado devenir. Cuatro valiente enfrentados con lo
ignoto. ¡¡Cuatro héroes!!.. . Solo necesitábamos nuestro arrojo y el
empuje de Maese Morales
que nos dirigió unas últimas palabras de aliento y nos instó , dentro
de un breve lapso de tiempo, a un feliz reencuentro en la boca del
océano a unas diecisiete a veinte leguas.
Desde la seguridad del muelle agitaba
animosamente la mano en señal de despedida, tal como sus hijos pródigos
que éramos.
Bueno esto último no me queda más que imaginar que fue así, pues ya tenia toda la vista y entendederas puestas en el lio de
paletas que se me presentaba frente a mi.
-Sigue
a Tomás, capullo- era Fali que me aportaba explicitas instrucciones
acompañadas de un astillazo de pala por el costado para
reforzarla y cerciorarse que la recibía (la instrucción). Obviamente tal
acción se aplicaba totalmente carente de malicia o ensañamiento y solo
con ánimo de lograr una mayor efectividad en mi proceder.
He
de señalar en nuestro favor que ninguno de los allí presentes había
tripulado en tiempos pretéritos tal embarcación de once metros de eslora y
que en breve tiempo y fructuosas apreciaciones, aportadas por unos y otros, le cogimos el tranquillo
y pasamos de surcar aguas a volar.
Ya
veía desde mi posición cuan suave y veloz se deslizaba. En pleno
disfrute, ya me veía como marca y líder del K4 - como
Herminio Menéndez, pensaba- conduciendo a una victoria celestial a mi
tripulación y como el paisaje pasaba y se difuminaba por efecto
doppleriano.
La
primera inundación la padecimos a la altura de el Náutico de Sevilla.
La
llegada al Puente de Hierro, el cual divisábamos pero no alcanzábamos
nos llenó de desesperanza y debilidad. "Igual un K4 tampoco corre
tanto", fue el sentir general que sufríamos cual hemorroides, en
silencio y cada uno para sus adentros. Nos animábamos pensando que diez
minutos no es nada y que sería la falta de calentamiento y el
agarrotamiento del viaje en coche.
Pasado
este hito ya cogimos un ritmo cansino, digamos que de fondo.
Atravesamos el Puerto de Sevilla y buscamos algún lugar por donde
sortear las esclusas. Casi no nos llenamos de fango y ya estábamos en
pleno rio, pulmón y sustento y también cloaca de nuestra patria
Andaluza. En la próxima entrega continuaré con lo acaecido.